18/7/10

Ruedas

El que alquila bicicletas dice que no desaparecerán porque las ruedas siguen proporcionando alegría. Lo aprendió de su padre muerto y de la primera bicicleta que tuvo, y señala que su fuerza sorda aumenta cuando dejan de funcionar. Quizá se vuelven dioses cuando muere del todo su metal. No hay duda de que algo oscuro se mueve en la agitada historia de las bicicletas.

El secreto está en la tienda, dice, y no por casualidad, no cabe tomárselo a la ligera. Creemos que las ruedas pueden seguir funcionando por sí solas después de echar el cierre, inspiradas por la gran bicicleta inmóvil. Su movimiento etéreo libera el aire estanco y prosigue en los corazones cansados. La existencia simple de los ángeles también es una rueda.

Las sonrisas y las miradas burlonas son también ruedas y se desplazan como discos etéreos hacia la sangre y los pulmones. Podemos entender que las palabras y los pensamientos se desplacen también como ruedas. ¿Qué pasaría si diéramos con la existencia simple de las hojas de hierba y del corazón humano?

El que alquila bicicletas dice que no desaparecerán. La mujer que hipoteca su cuerpo a un solo hombre se lo alquila a los demás con miradas vehementes. El hombre que carga su cabeza con pesados principios se la alquila a dulces traiciones. Hasta creemos que la existencia simple de la felicidad es también una rueda.

Traducción de Luz Gómez García

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