18/7/10

Ruedas

El que alquila bicicletas dice que no desaparecerán porque las ruedas siguen proporcionando alegría. Lo aprendió de su padre muerto y de la primera bicicleta que tuvo, y señala que su fuerza sorda aumenta cuando dejan de funcionar. Quizá se vuelven dioses cuando muere del todo su metal. No hay duda de que algo oscuro se mueve en la agitada historia de las bicicletas.

El secreto está en la tienda, dice, y no por casualidad, no cabe tomárselo a la ligera. Creemos que las ruedas pueden seguir funcionando por sí solas después de echar el cierre, inspiradas por la gran bicicleta inmóvil. Su movimiento etéreo libera el aire estanco y prosigue en los corazones cansados. La existencia simple de los ángeles también es una rueda.

Las sonrisas y las miradas burlonas son también ruedas y se desplazan como discos etéreos hacia la sangre y los pulmones. Podemos entender que las palabras y los pensamientos se desplacen también como ruedas. ¿Qué pasaría si diéramos con la existencia simple de las hojas de hierba y del corazón humano?

El que alquila bicicletas dice que no desaparecerán. La mujer que hipoteca su cuerpo a un solo hombre se lo alquila a los demás con miradas vehementes. El hombre que carga su cabeza con pesados principios se la alquila a dulces traiciones. Hasta creemos que la existencia simple de la felicidad es también una rueda.

Traducción de Luz Gómez García

11/7/10

Plaza de Potsdam

El pavor es un ángel en la plaza de Potsdam
El destino es un reloj en la plaza de Potsdam
Los piratas del porvenir no llegan los primeros a Potsdam
El olvido nos rapta más rápido que cualquier barco robado al olvido
tras un largo luto, tras un bombardeo nuclear de la memoria
Llegamos sin bandera a Potsdam
Bajo la marquesina los fantasmas de hojalata de los viajeros
de los tiempos
el humo blanco de nuestros egos en el crematorio
la incandescencia de hojalata procedente de nuestra ausencia
la idea muerta que gobierna y medita en el cristal
Los perros del infierno no aúllan en Potsdam
Los héroes no nacen de sus madres en Potsdam
y el crimen carece de dientes en la plaza de Potsdam
El destino tendrá las alas cortadas en Potsdam
El porvenir no tendrá pecados ni dioses ni muertos en la plaza
de Potsdam
Sufrimos sin sentir en la plaza de Potsdam
Hablamos sin lengua en Potsdam
La felicidad es un vendedor en Potsdam
El odio carece de espinas en Potsdam
El amor es inocuo en Potsdam
Las cosas no dejan vestigios en Potsdam
Los perros del infierno no aúllan en Potsdam
Los héroes no nacen de sus madres en Potsdam
El pavor es un ángel en Potsdam

Traducción de Luz Gómez García

4/7/10

Una mancha de vino

Es una mancha que no se va. Cuanto más la limpio, más se nota y se extiende. Aquí los errores viven mucho y dejan grandes manchas. Desde luego, la peor manera de fabricar recuerdos es meter las manos en todo.

El vino, dice la asistenta, seguirá haciendo de las suyas si no se le presta atención. No basta con que te den miedo las manchas. Peor es intentar ocultarlas.

Quedarán tras de ti en este lugar en el que se te perdona todo pero no se lavan las manchas.

Quedarán después de ti y no sabes qué contarán de ti a los que vengan, igual que no sabes cuándo volcarás el vaso por descuido o tu vida se transformará en un gran error, cuándo permanecerá aquí para siempre como una mancha de vino en una habitación.

Quizá tampoco entiendas que has dejado manchas por todas partes, que tus pensamientos ensucian más que tu vino. Mancha tu pecho la herida que cada vez se extiende más por tu piel, y por más que te alejes, tu vida seguirá aquí, al descubierto y bajo sospecha.

Traducción de Luz Gómez García