El secreto está en la tienda, dice, y no por casualidad, no cabe tomárselo a la ligera. Creemos que las ruedas pueden seguir funcionando por sí solas después de echar el cierre, inspiradas por la gran bicicleta inmóvil. Su movimiento etéreo libera el aire estanco y prosigue en los corazones cansados. La existencia simple de los ángeles también es una rueda.
Las sonrisas y las miradas burlonas son también ruedas y se desplazan como discos etéreos hacia la sangre y los pulmones. Podemos entender que las palabras y los pensamientos se desplacen también como ruedas. ¿Qué pasaría si diéramos con la existencia simple de las hojas de hierba y del corazón humano?
El que alquila bicicletas dice que no desaparecerán. La mujer que hipoteca su cuerpo a un solo hombre se lo alquila a los demás con miradas vehementes. El hombre que carga su cabeza con pesados principios se la alquila a dulces traiciones. Hasta creemos que la existencia simple de la felicidad es también una rueda.
Traducción de Luz Gómez García