8/3/11

Las esculturas de Scheib

Las criaturas de madera de Scheib no hablarán en el vientre del gran estudio como Pinocho en el de la ballena, nadie las vomitará como a él de las tinieblas del piso treinta a la calle. No se repetirá el toque que acarició a Pinocho como una pluma, los maderos de Scheib no sanarán de los golpetazos que los acallaron para siempre, ni de su deseo reprimido de contestar al agresor.

El escultor sufrirá la misma maldición, y algo en su alma y en su ojo se acorchará.

Una violencia que supera al arte, que deja deformidades semihumanas. De una crueldad excesiva contra las cosas nace una fealdad semejante a la naturaleza humana. Hay algo doloroso o canalla en las criaturas de Scheib, o es el dolor mismo en otra lengua.

Han de emprender viaje si quieren salir de las fauces del estudio. Han de chocar con las piedras y el agua y exponerse a una inmensa bufonada y a bobadas de todos los colores, han de romper muchos muros antes de llegar y partirse la nariz en los muros.

Scheib salió en coche de Berlín Este hacia el Oeste, y ellas tuvieron que trepar y destrozarse en el muro.

Traducción de Luz Gómez García


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