24/3/11

Un árbol con pinta de leñador

Un árbol calvo, le crece en la copa un pelo tieso medio de hombre, no hay esperanza de que le salgan ramas. De tal modo se ha adueñando de él una forma humana que casi tiene pinta de leñador, y con su cara de espantapájaros que se ríe de sí mismo hasta podríamos pedirle que cazara pájaros.

Le resultará difícil después de bailar al viento levantar las puntas y girar alborozado. Está medio cojo y tiene un aire rústico, como es de rigor en un árbol con pinta de leñador, y ha de soportar un montón de dolor para tenerse en pie.

Le crecerán cabezas en lugar de manos y una obligación desconocida le sacará el ceño. Sus raíces tirarán hacia las alturas y se volverá un gorrón, pero esta vez sabrá lo que es el dolor de cabeza y aprenderá a vivir contra su voluntad y boca abajo, contra su voluntad y con el viento en contra.

La tormenta lo hendirá y no dejará de hablar a su cresta para que no se duerma. Será madera para el rayo y comprenderá que tal es su segunda naturaleza.

Claro que no podremos imaginarnos los finales destartalados que le aguardan a un árbol calvo, pero le costará mantener el equilibrio, todo movimiento en este mundo será forzado y conllevará dolor. Comparado con un árbol, ahora es un demonio. No tendrá más vecino que un hoyo abandonado, pero a cambio aprenderá a jugar consigo mismo. Podrá odiar o temer sin ayuda de nadie. Le basta con contemplar la pinta de leñador que tiene y su planta de cojo. Ha entrado por error, y contra natura, en la condición humana.

Traducción de Luz Gómez García

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