Le resultará difícil después de bailar al viento levantar las puntas y girar alborozado. Está medio cojo y tiene un aire rústico, como es de rigor en un árbol con pinta de leñador, y ha de soportar un montón de dolor para tenerse en pie.
Le crecerán cabezas en lugar de manos y una obligación desconocida le sacará el ceño. Sus raíces tirarán hacia las alturas y se volverá un gorrón, pero esta vez sabrá lo que es el dolor de cabeza y aprenderá a vivir contra su voluntad y boca abajo, contra su voluntad y con el viento en contra.
La tormenta lo hendirá y no dejará de hablar a su cresta para que no se duerma. Será madera para el rayo y comprenderá que tal es su segunda naturaleza.
Claro que no podremos imaginarnos los finales destartalados que le aguardan a un árbol calvo, pero le costará mantener el equilibrio, todo movimiento en este mundo será forzado y conllevará dolor. Comparado con un árbol, ahora es un demonio. No tendrá más vecino que un hoyo abandonado, pero a cambio aprenderá a jugar consigo mismo. Podrá odiar o temer sin ayuda de nadie. Le basta con contemplar la pinta de leñador que tiene y su planta de cojo. Ha entrado por error, y contra natura, en la condición humana.
Traducción de Luz Gómez García
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