Los generales cruzan bajo sus capotes los negros bosques lluviosos, las guerras están encerradas con sus lámparas de gas en los marcos, o las prensan los dientes de libros hoscos. Pero Beuys plantó cañones de piedra en las vías y se sentó a esperar que algo se metiera en el tubo compacto, que alguien bailara entre las piedras desnudas. Sólo gracias a las derrotas salvó su humanidad, y a un globo negro que se elevó del campo de batalla. Al final del incendio es posible escribir sin color, es posible que veamos escuetos clichés de ciudades que fueron pasto del fuego.
Kiefer construyó un muro enorme de libros y un avión viejo, y Beuys infló cañones y grandes troncos y los hizo volar por el cielo de Berlín.
Traducción de Luz Gómez García

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