24/1/11

El concierto de Stockhausen

Stockhausen es un ángel electrónico, con las manos recorre volando la corta distancia hasta la mesa, la corta distancia hasta la silla con un libro negro bajo el brazo, y tú te dices que no necesita lámpara y que puede volar con una sola ala. Te dices que ésos se tropiezan con algo al caminar y al volar. Que se chocan con algo al hablar si no pita sin sentido su garganta. Stockhausen vuela con los pies, casi impedidos, pero se eleva lo suficiente para que veamos que no necesita una campana y que puede volar con una sola ala.

Como no es un pájaro, si no logra cantar sin instrumento no importa. Más terrible es el ángel que no grita en el poema de Rilke. Hablamos así de ángeles que no vuelan y no cantan y que yacen quizá con las piernas cortadas en la nave de una iglesia. Hay sin duda una voz futura del crimen y el arrepentimiento, tenemos que viajar fuera del tiempo para escuchar la voz terrible y mortal del amor humano.

Stockhausen mueve sus series por el suelo de la iglesia. Son hormigas electrónicas pero salen de la cripta latina sostenida por trompetas adelfas. Se mueven despacio pero lo oímos todo cuando las voces voladoras resbalan por los muros del tiempo o tropiezan con las tumbas latinas. Una tortura que no sabemos dónde ocurre, quizá son árboles desnudos fustigados de nuevo de noche.

Traducción de Luz Gómez García

8/1/11

Ven a mi cama

Desde el ordenador me llega: «Ven a mi cama». Dejo la pantalla encendida y pienso en las hojas de otoño que revolotean sin que el mensaje se acabe y sin que la lluvia acabe de traerlo.

La frase sin fin del otoño caerá entera en una sola noche y será más de lo que podamos comprender. Es la áspera libertad, que hace que el hombre no tenga que mirar su escupitajo o los restos de su dicha.

La áspera libertad, se oirá en el instante en que el viento llame.

El día será barrido junto con las mondas de numerosos periódicos y los bosques que se amontonan en las aceras, y en tu plato la comida petrificada habla de muchas noches sin placer, de la invitación que mató a Ofelia: «Ven a mi cama».

Traducción de Luz Gómez García